La ira de Dios: los mensajes peligrosos están por doquier

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La ira de Dios: los mensajes peligrosos están por doquier

La verdadera posta la tenemos nosotros.

Hace poquito vi “La Ira de Dios”. Me gustó bastante y creo que hace honor a la categoría en la que está encasillada, thiller psicológico, porque propone un juego mental que sale de los personajes e involucra directamente al espectador.

Es una película lenta, pero lo único que hace es entretenerte. Es realmente impactante porque no podés dejar de verla. No te da ni tiempo de hacer juicios de valor sobre los personajes, sobre las historias o los actores. No hay chance de que hagas un comentario de más. La reflexión viene horas después.

Obvio que te vas a preguntar “Che, ¿Cuándo termina?” pero teniendo la libertad de agarrar el control remoto y sacarla, no lo haces. Desde que arranca te agarra de la oreja y te pasea donde quiere, cómo quiere, y en ningún momento te lo cuestionas. Ni siquiera es válido decir que propone un juego realmente, porque sin que lo notes, directamente te convence de participar.

Agradezco, igualmente, que la película vaya tan rápido porque detecté algunas cosas que me hicieron ruido y me llevaron a reflexionar un poco sobre los mensajes peligrosos que pueden aparecer en pantalla y la responsabilidad que la industria del cine, y del arte en general, tiene.

El personaje de Mónica Antonópulos, Mercedes, tenía problemas psiquiátricos. Un día algo la sacó de su eje, por lo que decidió matar a su hija y suicidarse. Fin de la historia. Me pareció que la cuestión estuvo tratada con demasiada liviandad, más si se tiene en cuenta que hablar de psiquiatras con cotidianeidad todavía es difícil. Es prácticamente un tema tabú al que la gente le teme.

Ojo, no planteo esto desde el costado de que “la generación de cristal” todo critica, todo le molesta. No se confundan. Por ejemplo, los personajes machistas siguen existiendo, pero ya no desde la naturalidad, sino desde un costado que lo cuestiona, que lo deja en evidencia, que hace reflexionar al espectador.

El tratamiento que se le dio al problema psiquiátrico de Mercedes fue demasiado liviano. Permite una libre interpretación del otro lado que desembocará en conclusiones probablemente erróneas, basadas en la realidad de cada espectador, de lo que sepa del tema y de sus prejuicios.

El otro día, en una charla con un grupo de conocidos, alguien dijo que “en España no es como acá (por Argentina) porque “allá se consumen drogas duras desde muy pendejos” y “están re acostumbrados a las pastillas”. La mayoría asintió y lo acompañó en sus declaraciones, pero nadie de los que estaba ahí había vivido en España, ni conocía alguien de allí. Solo dijeron eso por lo que vieron en algunas películas y series.

Quizás sea real, quizás no. No estoy cuestionando qué hacer la juventud española ni me importa. Solo quiero demostrar que, para instalar una idea en la vida de un espectador, alcanza con un simple mensaje reiterativo.

No toda persona que vaya al psiquiatra tiene un destino tan triste como el que se mostró en “La Ira de Dios”. Y realmente no lo digo como una crítica con la película, sino que lo traigo a la mesa desde un lado reflexivo en el que podamos preguntarnos qué podemos hacer cuando un mensaje peligroso aparece.

Como espectadores tenemos la chance de poder charlar con otrxs y cuestionar, debatir, preguntar si alguien tiene alguna duda o si vieron lo mismo que nosotros; qué sensaciones les dejaron ciertas escenas, ciertas palabras.

Nuestra experiencia con las ficciones no tiene que quedar una tarde de sábado. Es necesario que estemos atentos a todos los mensajes que aparecen, no solo a los peligrosos; que nos animemos a llevarlos a una charla de oficina o una mesa con amigos y que nos permitamos filosofar al respecto.

El arte siempre está a la espera de generar algo en nuestra vida, y el cine es un arte. Por eso, más allá de que sí hay una responsabilidad sobre lo que uno decide contar y poner en pantalla, la verdadera posta la tenemos nosotros.

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Lic. En Periodismo, apasionada por contar buenas historias. Seguime en las redes.

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