Hace unas semanas cumplí el sueño de mi preadolescencia: ver Sex & The City. Un día me acomodé en el sillón y le di play a una ficción espectacular. Cuatro mujeres independientes que viven el sexo, y sus vidas, como ellas quieren. Opinan, prueban, tienen prejuicios y arrastran construcciones sociales que sus amigas cuestionan… Sin dudas mujeres que hace unos veintitantos años llamaban la atención y animaban a otras a quebrar algunos muros absurdos con los que hasta hoy en día luchamos.
A pesar de ser tan escandalosas, protagonizan debates controversiales, estigmatizantes y un poco polémicos para estos tiempos. Y claro, es una serie que se escribió cuando yo apenas nacía, obvio que hay ciertas cosas que me van a hacer ruido, pero eso no quita que hayan sido completamente disruptivos en aquel momento.
Después de un par de temporadas, mi ansiedad no pudo más y me vi obligada a ver “And Just Like That…”. Mi duda era si habría o no un “grow up” de los debates que hasta ahora había visto. Necesitaba resolver esa incógnita ya. Y para mi sorpresa, los avances no fueron solo superficiales.
Las mujeres ya no comen ensaladas, ahora pueden pedir cuantas papas fritas quieran; los machitos ya no se toleran y el lenguaje inclusivo llegó para quedarse. De hecho, ya no importa averiguar si está bien o no acostarse con alguien que gusta de hombres y mujeres, ni siquiera importa el género de las personas, porque los debates en las calles de Nueva York ya no son de sexo, sino sexualidad.
Es digno de celebrar que hoy algunos capítulos suenen anticuados y absurdos, porque eso quiere decir que logramos romper unas cuantas barreras como mujeres, como personas y principalmente como sociedad.
Cada temporada de la serie representó una época y ayudó a responder las preguntas que en ese entonces había Sex & The City no es una serie para “cancelar”; Sex & The City es una herramienta perfecta para entender cuánto aprendimos, cuanto crecimos y cuanto avanzamos en estos 25 años.
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