Los géneros urbanos se pusieron de moda en los últimos años. Sin embargo, llevan varias décadas dominando las calles de América y el reality de Netflix “Rhythm + Flow” es una herramienta clave para entender el por qué de su éxito entre los jóvenes del mundo.
Cardi B, Chance the Rapper y T.I. recorren Los Ángeles, Nueva York y Atlanta en búsqueda de la próxima estrella de hip hop americana. Y esta es la primera diferencia del show con otras competencias musicales como puede ser American Idol, La Voz o The X Factor.
Junto a invitados de lujo como DJ Khaled y Snoop Dogg, los artistas delinean el camino para sus potenciales colegas dándole consejos, herramientas y las mejores oportunidades para sacar a la luz su talento. Y para eso apelan a lo más puro que cada persona tiene: su historia.
Los participantes no solo deberán saber tirar freestyle, pisar un escenario y tener flow. También serán desafiados a demostrar en cada instancia una parte de ellos presentando a sus familias, hablando de su pasado y recorriendo las ciudades donde descubrieron su talento.
Puede sonar a una tarea muy fácil, pero no lo es. Porque no se buscan personajes sino personas. A lo largo de los desafíos, los competidores deberán crear arriba de beats conocidos, sumarse a un hit mundial y hasta ver quién fluye mejor arriba del mismo instrumental. Entiendo que para muchos eso pueda ser una locura, porque “todo suena igual, todo es monótono”, pero el fin del jurado es ver quién logra poner en palabras toda su historia y su personalidad.
Personas, historias y palabras. Esos son los tres pilares de “Rhythm + Flow”. Y también los tres pilares del trap. Ojo, estamos acá para analizar un show y no un género musical, así que no voy a entrar en otros detalles, porque estas tres cartas sobre la mesa son las necesarias y más que suficientes para entender por qué el trap es un furor en el mundo.
Cada país, cada ciudad, cada barrio tiene una historia para contar. En Argentina, sin ir más lejos, la ola del trap está pincelada por las payadas, que poco a poco mutaron a batalla de gallos pero que mantuvieron la raíz de relatar vivencias; algo que las cumbias, los carnavalitos y el cuarteto sabían y saben hacer con o sin improvisación. Mismo, mucho más atrás, está el característico tango, que también que coloreaba las calles de Buenos Aires describiendo las historias de cada rincón de la Provincia.
No es casualidad que los protagonistas de este reality vayan a cazar talentos a sus lugares de origen y sientan tanta empatía, tanto fanatismo, tanto orgullo. Uno empatiza con historias, con vivencias. Con cosas que lo identifican. Y cada artista que quiere dedicarse al trap, al rap, al hip hop, al reggaetón apela a eso. A mirar su historia y contarla arriba de un sonido, muchas veces, pegajoso.
No se trata de ser el rapero más rápido o el que más oro colgando tenga. Se trata de que lo que salga de tu boca tenga sentido. “Rhythm + Flow” pone en pantalla una decena de historias diferentes y el jurado elije al ganador basándose también en cuestiones técnicas y comerciales pero confiando siempre en que todos van a poder dedicarse a la música, porque a alguien van a lograr conquistar con lo que son.
Así como hay un momento de Los Simpson para cada ocasión de la vida también hay un rapero para cada persona. Por eso hay tantos artistas dentro del género, porque cada uno tiene a su gente, a su público; a quienes logra, de alguna manera, conmover. Quizás vos puedas encontrar el tuyo también, adentro o afuera de este reality.
La segunda temporada de “Rhythm + Flow” era un hecho para este 2021, pero ahora es una incógnita. Una pena porque, aunque lejos está de ser el mejor reality del mundo, es fresco, diferente, carismático. Y está rodeado de cualidades que lo convierten en esto con lo que comencé: una herramienta clave para entender la revolución del trap.
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