En 2024 lanzarán su película. Y lo celebramos como si fuera un gol de media cancha.
“Disculpe ¿Tiene fuego?”, es la pregunta que hoy todos podemos hacer y con mucho orgullo. Porque la misión está cumplida: vuelven Los Simuladores. En 2024 estrenan su película, y el regreso no solo se debe al excelente trabajo que llevaron adelante sus creadores desde el día uno. Sino también gracias a nosotrxs, a ese público que la abrazó fuerte en 2002 y no la soltó jamás, permitiendo que continúe viva.
Celebramos colectivamente su regreso como si fuera un gol de media cancha porque desde hace 20 años Lamponne, Medina, Santos y Ravenna son parte de nuestro día a día. Están vivos en un meme, en una referencia durante una charla con amigos o en una noche de Netflix con alguien que queremos mucho.
El éxito de la serie creo que se debe a muchas cosas. Entre ellas, el momento de la Argentina donde salió. El país venía de muchos años débiles y estaba dejando atrás, de a poquito, una crisis económica que hizo mucho daño.
Esa realidad no solo se palpaba en el guion sino también en el trasfondo de la serie. Federico D’elía tuvo la idea, la compartió con algunos de los protagonistas y juntos se la presentaron a Damián Szifrón, quien no dudó en llevarla a Telefe.
El canal supo que iba a ser un éxito. Pero claro, no dejaba de ser un proyecto nuevo que podía fallar, y como la guita no estaba para despilfarrar, fueron recortando el presupuesto destinado a la producción. Las grandes ideas del director agravaban aún más el conflicto: Telefe no iba a dar más dinero y Szifrón no iba a dar el brazo a torcer, porque confiaba en que lograría la mejor serie la televisión argentina. Y razón tuvo.
En ese tire y afloje, lo único que corría riesgo era el proyecto. Por eso, los propios actores armaron una especie de cooperativa y comenzaron a poner dinero de su bolsillo para evitar que se cancele. Ellos también sabían que la idea iba a ser exitosa, y que cada peso invertido valdría la pena.
La serie pegó mucho en el exterior también. Por ejemplo, España, México, Chile y Rusia se dieron el lujo llevar adelante sus adaptaciones. Las versiones americanas fueron, quizás, las más fieles a la idea original. De hecho, la mexicana tomó como referencia unos seis capítulos nuestros y una infinidad de guiños argentos para adecuar la historia a su público pero sin perder su esencia.
En Europa la cosa fue diferente. La versión española no se parece en NADA a la original. Y aunque cuenta con la actuación de Federico D’Elía como Santos, su personaje es diferente al que conocemos, así como también la historia y las tramas.
Realmente no tuve el placer de ver demasiados capítulos de la versión rusa, pero por lo poco que enganché en Youtube, sumado a algunos datos que leí en algunos sitios, te puedo asegurar que lograron algo impensado: llevar a cabo la serie con mucho menos presupuesto que el mismísimo Szifrón.
Puedo entender que en Argentina haya sido un éxito, porque eso es lo que pasa con las series que deciden mostrar lo más ofensivo y desagradable de nuestra realidad. Imagínate laburar todo un día para llegar con dos mangos a casa, apenas tener un plato de comida, querer distraerte con un programa de televisión y ver que un proveedor de insumos llama a Los Simuladores porque necesita que le perdonen la millonaria deuda que tiene… ¡Ese la está pasando peor que yo! ¡Dámelo toda la vida! ¿Pero en el exterior? ¿Qué fue lo que pegó tanto?
No soy partidaria de generalizar, pero considero que hay ciertas cuestiones en las que todxs nos volvemos iguales. Por ejemplo, el enamorarse no conoce de edades, de contextos sociales, de idiomas ni de dinero. El luchar por lograr algo tampoco. Y los problemas, aún menos.
En Argentina o en Rusia, todxs tenemos problemas. Y a veces creemos que son absurdos, por lo que es en vano pedir ayuda. O los vemos tan grandes e imposibles de solucionar, que es mejor cerrar la boca y lidiar adentro nuestro con eso.
El prender la tele y ver a cuatro tipos tomándose en serio el problema de alguien y moviendo cielo y tierra para solucionarlo creo que nos da esperanza a todxs. Y mientras, entre tanta tristeza, tanto dolor y tanta furia, nos saca una sonrisa.
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